jueves, 28 de agosto de 2008

Se cierra la brecha



¿Qué implica el hecho de saber leer? En su nivel más elemental, la capacidad de leer y escribir brinda destrezas para entender los señalamientos de los caminos y las instrucciones de los medicamentos. En un aspecto menos tangible, la lectura abre la mente a nuevas ideas y oportunidades, y genera beneficios que van más allá de las páginas de un libro.
Para las naciones en desarrollo, una mayor tasa de alfabetización va de la mano de un PIB per cápita más elevado y de descensos considerables en las tasas de mortandad infantil. Sin embargo, en el mundo todavía hay más de 770 millones de adultos que no saben leer, de los cuales dos tercios son mujeres. En India, menos de la mitad de las mujeres adultas leen y escriben; en Nigeria, sólo 15 de cada 100. Los esfuerzos de la ONU para promover la alfabetización han obtenido pequeños pero alentadores resultados, palpables en las generaciones más jóvenes: hoy, casi 70 % de las hindúes de 15 a 24 años puede leer. La alfabetización universal aún es un gran reto, pero los primeros capítulos de sus conquistas ya están escribiéndose.


Fuente: National Geographic

Lenguaje de signos


En 1958, los manifestantes protestaban con sus nuevas insignias hasta el Atomic Weapons Establishment del Reino Unido.

En un lluvioso fin de semana de pascua, hace 50 años, una multitud salió de Londres para marchar cuatro días en favor de la incipiente causa del desarme nuclear. Un movimiento nuevo requiere de un símbolo nuevo, y el que portaban llevaba un logotipo simple, que desde entonces se convirtió en un emblema universal de la paz. No es ni la pisada de una paloma ni la de una gallina, como han dicho en son de burla los belicistas. Para su diseño, el artista Gerald Holtom se basó en las iniciales de desarme nuclear (N+D), pese a que después dijo que también lo representaba a él mismo desesperado, mostrando las manos abiertas y hacia abajo. De manera intencional, no fue registrado nunca en derechos de autor, y se utilizó para todo, desde las protestas contra la guerra de Vietnam hasta para anunciar cigarrillos; es fácil de identificar, y también de dibujar con errores. Pat Arrowsmith, de 78 años, ayudó a planear esa marcha, y aún acude a este tipo de eventos. Un error común –no dibujar la pata central– convierte a un signo de paz en el logotipo de Mercedes-Benz. Ella siempre lo corrige: “De inmediato saco mi bolígrafo”.

Fuente: National Geographic

Tamil Nadu, India


Decorado con polvo rosa, un toro se abre paso a través de una multitud de hombres que esperan colgarse de él lo suficiente para ganar un premio. Este deporte, llamado jallikattu, es parte de las celebraciones por la cosecha en el pueblo de Alanganallur, en Tamil Nadu.

Fuente: National Geographic

lunes, 11 de agosto de 2008

Da que pensar...

Aquella podría ser una mañana más como otra cualquiera: un sujeto entra en la estación de Metro, va vestido con un pantalón vaquero, una camiseta barata y se sitúa cerca de la entrada...

Extrae un violín de la caja y comienza a tocar con entusiasmo para toda la gente que pasa por allí, es la hora punta de la mañana. Durante los 45 minutos que estuvo tocando el violín, fue prácticamente ignorado por todos los pasajeros del Metro.

Nadie sabía que ese músico era precisamente Joshua Bell, uno de los mejores violinistas del mundo, ejecutando sin parar las piezas musicales más consagradas de la historia, con un instrumento muy especial, un violín Stradivarius, estimado en un valor de más de 3 millones de dólares.

Unos días antes, Bell había tocado en La Sinfónica de Boston, donde los mejores lugares para el concierto costaban la bagatela de 1000 dólares la entrada.

Esta experiencia que ha sido grabada en vídeo, muestra a hombres y mujeres que caminan muy rápido, cada uno haciendo una cosa, pero todos indiferentes al sonido del violín...la iniciativa fue realizada por el Diario The Washington Post, con la finalidad de lanzar un debate sobre el valor del arte, y de su contexto.

LA CONCLUSIÓN:
Estamos acostumbrados a dar valor a las cosas cuando están en un determinado contexto. En este caso, Bell era una obra de arte en sí mismo, pero fuera de contexto, resultó un artefacto de lujo sin la etiqueta de la marca.

El vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=hnOPu0_YWhw

miércoles, 6 de agosto de 2008

Retratista de caballos en el swinging London

En Londres nacieron la minifalda, los largos cabellos y los estrafalarios atuendos, la popularización de las drogas, comenzando por la marihuana y terminando por el ácido lisérgico, la fascinación por el espiritualismo hindú, el budismo, la práctica del amor libre, la salida del ropero de los homosexuales y las campañas del orgullo gay, así como un rechazo en bloque del establishment burgués, no en nombre de la revolución socialista a la que los hippies eran indiferentes, sino de un pacifismo hedonista y anárquico, amansado por el amor a la naturaleza y a los animales y una abjuración de la moral tradicional.

El barrio respiraba juventud, música, unas vidas sin orejeras ni cálculos, grandes dosis de ingenuidad, la voluntad de vivir al día, fuera de la moral y los valores convencionales, buscando un placer que rehuía los viejos mitos burgueses de la felicidad –el dinero, el poder, la familia, la posición, el éxito social- y lo encontraba en formas simples y pasivas de existencia: la música, los paraísos artificiales, la promiscuidad y un absoluto desinterés por el resto de problemas que sacudían a la sociedad. Con su hedonismo tranquilo, pacífico, los hippies no hacían daño a nadie; tampoco ejercían el apostolado, no querían convencer ni reclutar a esas gentes con las que habían roto para llevar su vida alternativa: querían que los dejaran en paz, absortos en su egoísmo frugal y su sueño psicodélico.

Se veía a las gentes vestidas como si fueran a un baile de disfraces, incluso en harapos, a menudo descalzas, pero siempre con un sentido estético aguzado, buscando lo llamativo, lo exótico, lo distinto, y con detalles de picardía y humor.

Muchos hippies, acaso la mayoría, procedían de la clase media o alta, y su rebelión era familiar, dirigida contra la regulada vida de sus padres, contra lo que consideraban la hipocresía de sus costumbres puritanas y las fachadas sociales tras las que se escondían su egoísmo, su espíritu insular y su falta de imaginación. Eran simpáticos su pacifismo, su naturismo, su vegetarianismo, su afanosa búsqueda de una vida espiritual que diera trascendencia a su rechazo de un mundo materialista y roído por prejuicios clasistas, sociales y sexuales con el que no querrían saber nada. Pero todo ello era anárquico, espontáneo, sin centro ni dirección, ni siquiera ideas, porque los hippies –por lo menos los que conocí y observé de cerca-, aunque decían identificarse con la poesía de los beatniks, lo cierto es que leían muy poco o no leían nada. Su filosofía no estaba basada en el pensamiento y la razón sino en los sentimientos: en el feeling.

Las pandillas de skin heads (cabezas rapadas) aparecían de vez en cuando por el barrio, a veces armados de garrotes, y los benignos hippies que habían extendido en las veredas sus mantas para vender sus chucherías artesanales tenían que salir volando, algunos con sus criaturas en los brazos, porque los skin heads les profesaban un odio cerril. No era sólo un odio a su modo de vida sino también clasista, porque esos matones, jugando a los SS, procedían de sectores obreros y marginales y encarnaban su propio tipo de rebelión. Se convirtieron en las fuerzas de choque de un partido minúsculo, el National Front, racista, que pedía la expulsión de los negros de Inglaterra.

El desprecio de los hippies al mundo industrial los había incitado a resucitar la artesanía en todas sus formas y a mitificar el trabajo manual: tejían bolsas, confeccionaban sandalias, aros, collares, túnicas, turbantes, colguijos.

Por esa época, 1972 o 1973, el movimiento hippy entró en una rápida desintegración y pasó a convertirse en una moda burguesa. La revolución psicodélica resultó menos profunda y seria de lo que creían sus cultores.

Travesuras de la niña mala
Mario Vargas Llosa